Hace poquito murió mi papá.
Para mí, el funeral y todo lo que se debe organizar fue triste, pero muy normal. Pero para mi esposo colombiano fue una experiencia totalmente diferente a sus costumbres.
Primero, si alguien aquí se muere en un hospital, las enfermeras lo peinan, le ponen ropa, le ponen una vela y flores al lado de la cama y la familia tiene (desde el minuto de su muerte) entre dos a tres horas para despedirse del fallecido (Verstorbene).
No hay nada de prisa para organizar el funeral. El cadáver va al congelador y dependiendo del tipo del entierro ¡Se demora entre algunos días hasta cuatro semanas!
Antes de su muerte, mi papá decidió que quería ser cremado. En este caso, tenía que hacer muchos papeles; buscar certificado de nacimiento y matrimonio, decidir dónde sería el funeral - en un cementerio (Friedhof) o en la selva (Friedwald) -, elegir un ataúd (Sarg), ropa (Leichenhemd) para la cremación y, finalmente, la urna (Urne) para las cenizas que vamos a entierrar.
Todo este proceso, la cremación y encontrar una fecha disponible en el Friedwald, demoró 18 días.
El funeral
Los familiares publican un anuncio de la muerte en el periódico con fecha y hora del funeral, es decir, que mucha gente asistirá (compañeros de trabajo, antiguos vecinos, amigos, etc.) y no solamente los familiares. Toda la gente va vestida de negro.
Si uno quiere una oración fúnebre (Trauerrede), la hace un cura o una persona desconocida. No es tan frecuente que la realice un familiar. Los enlutados se encuentran en una capilla del cementerio para despedirse nuevamente del fallecido. A veces el ataúd está abierto, a veces cerrado y en caso de cremación, hay una foto enmarcada.
A la entrada hay un libro de condolencias donde puedes escribir tus sentimientos y dejar cartas (¿con dinero?).
Desde la capilla los enlutados acompañan el féretro hasta la tumba, donde se entierra al fallecido. Después cada uno puede tirar flores y tierra a la sepultura.
Es costumbre que la familia se encuentre para un convite de funeral, llamado “Leichenschmaus”, en el que se toma café, se come pastel y se habla sobre buenos recuerdos del fallecido.
El lema es: Todo se puede, nada se debe (alles kann, nichts muss). Mi papá, por ejemplo, no quería nada de eso. No publicamos su anuncio de la muerte en el periódico, no organizamos una oración fúnebre ni libro de condolencias y tampoco un convite de funeral.
Enterramos su urna con muy pocos familiares en la selva, sin mucho llanto ni palabras.
Cuéntame, ¿Cómo es en tu país? Escuché que en algunos países sudamericanos se hace una fiesta con banda y mucha “alegría”. ¿Es verdad?
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